En la década de
los 50 se observó que las grasas saturadas obstruían las arterias, por lo cual
se asumió que el exceso de grasa en la dieta era malo, inclinándose el péndulo
en favor de los hidratos de carbono; aunque el soborno de la industria
azucarera influyó sobre esta decisión. Pero según el estudio Epidemiológico
Prospectivo Rural y Urbano (PURE), realizado en 135,335 personas de 18 países diferentes, durante 7.4 años, parece que no es tan bueno consumir la mayor cantidad de las
calorías (50-60%) a partir los hidratos de carbono; y el consumo de grasas no
es tan malo como se creía (Dehghan M, y col. Lancet, online Agosto 28, 2016). Las personas de ingresos bajos y medios, consumían una gran
cantidad de alimentos procesados (60%), principalmente pan blanco y arroz
(semejante a nuestro país); y quienes consumieron más del 60% de las calorías
en forma de hidratos de carbono, tuvieron la tasa más alta de mortalidad por
todas las causas, y por enfermedades
cardíacas (Dehghan M y col. The Lancet 390 (10107):2050–2062, 4 Noviembre, 2017).
El exceso de azúcar en la dieta está asociado con aumento de los triglicéridos
(causa de hígado graso), niveles bajos de lipoproteína de alta densidad o HDL
(anti-aterogénica) y elevación de apolipoproteína B (aterogénica), favoreciendo
el riesgo cardiovascular. A pesar de que todos los tipos de grasas tuvieron un
efecto protector, este hallazgo debe ser interpretado con cuidado, debido a que
las grasas aportan más calorías (9 calorías/gramo) que los hidratos de carbono
(4 calorías/gramo), causando obesidad y otras complicaciones. Además, las
grasas animales almacenan toxinas; el alto consumo de carnes rojas y procesadas
aumenta la mortalidad cardiometabólica; mientras que las grasas monoinsaturadas
y poliinsaturadas (aceites de oliva y canola, pescado, nueces y aguacate)
disminuyen el riesgo cardiovascular (Micha R y col.JAMA. 2017;317(9):912-924).
Las frutas y verduras son buenas fuentes de hidratos de carbono; el consumo de
apenas 3-4 servicios/día de frutas y verduras crudas reduce el riesgo de
enfermedad cardíaca en un 24%; y consumir 6-8 servicios lo reducen en un 31% (Miller V, y col.
PURE, Lancet, online Agosto 28, 2016).
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