La dieta occidental es rica en azúcares procesados (fructosa) y grasa; asociándose el consumo excesivo de fructosa con obesidad, diabetes, inflamación, elevación del ácido úrico, hipertensión, hígado graso y enfermedades vasculares (Giraudo S y col, Journal of Nutrition and Health Sciences, 30-noviembre, 2016).
Aún el consumo de bebidas gaseosas, en pequeñas cantidades y por corto tiempo (3 semanas), produce una disminución del tamaño de las lipoproteínas de baja densidad (LDL), cambios en la glucemia (resistencia a la insulina) y aumento de la proteína C reactiva. El consumo per cápita de jarabe de maíz alto en fructosa ha aumentado notablemente desde su introducción en el mercado (0.5 lb en 1970)), hasta 55.3 lb en 1993. Según el estudio estadounidense de salud de las enfermeras (NHANES-III), el consumo de fructosa aumentó de 37 g/día en 1977-78 a 55 g/día en el 1988-94. En el 2010 el consumo de edulcorantes y azúcar adicionada fue 19% mayor que en 1970.
El jarabe de maíz alto en fructosa es una mezcla de fructosa (55%) y glucosa (45%); y ha reemplazado a la sacarosa (azúcar de mesa) como edulcorante en la mayoría de las bebidas gaseosas, dulces, frutas enlatadas, helados, galletitas, etc. En el hígado se convierte en triglicéridos, causando hígado graso (esteatosis hepática), el cual puede degenerar en esteathepatitis con fibrosis (20-50%), cirrosis hepática (20%) o carcinoma hepatocelular (1-5%). La fructosa no puede entrar al cerebro ni al páncreas; por lo cual no activa las señales de saciedad ni la secreción de insulina, en proporción a la cantidad ingerida. Su consumo crónico provoca un agotamiento rápido de energía (ATP), ya que necesita fósforo para metabolizarse, y luego convertirse en triglicéridos y colesterol. El déficit agudo de ATP activa la enzima AMP desaminasa-1, la cual aumenta la síntesis de ácido úrico; y éste a su vez, incrementa el riesgo de gota e hipertensión arterial, porque inhibe la sintetasa endotelial del óxido nítrico (substancia vasodilatadora). Estos trastornos se observan en adolescentes que consumen gran cantidad de bebidas gaseosas.
La hipertensión, combinada con un aumento del ácido úrico, causa daños vasculares, aun cuando sea tratada con medicamentos antihiperpensivos. Pero, afortunadamente, estos daños no ocurren si consumimos frutas.
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