¿Existe alguna relación entre la alimentación y la esclerosis múltiple?






La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad autoinmune, incurable, causada por inflamación y substitución de la mielina (substancia que cubre los nervios, facilitando la transmisión del impulso nervioso) por tejido esclerótico endurecido provocando: visión borrosa, lenguaje estropajoso, fatiga extrema, debilidad, entumecimiento, temblor, dolor, espasmos musculares, mareos, incontinencia urinaria y trastornos cognitivos. Afecta a 2.5 millones de personas alrededor del mundo, se diagnostica entre los 20-50 años de edad; y es 2-3 veces más frecuente en las mujeres que en los hombres.

Se ha postulado que las dietas ricas en grasas animales (saturadas), y bajas en grasas omega-3 (procedentes de pescados), aumentan el riesgo de EM. Según la Organización Mundial de la Salud, la EM es más frecuente en países con alto consumo de hidratos de carbono y grasa; pero es práctamente ausente entre los esquimales de Groenlandia, cuya dieta es, tradicionalmente, rica en omega-3 (Kromann N, Acta Med Scand. 1980). Según el II Estudio de Salud de las Enfermeras (EE.UU.), el alto consumo de grasas saturadas, la deficiencia de grasas omega-3 (procedentes de pescados), los productos lácteos, pescados, aves, carnes rojas, o carnes procesadas, no aumentan el riesgo de EM (Zhang SM, Am J Epidemiol. 2000).

Los enfermos con EM que consumieron 20 gramos / día de grasa, durante 35 años, solo tuvieron un deterioro ligero de su condición, y una mortalidad de 31%; mientras que el consumo mayor de grasa causó discapacidad severa, y una mortalidad del 80% (Roy Swank, Am J Clin Nutr.1988). Las dietas bajas en grasa, suplementadas con omega-3, parecen disminuir la duración, frecuencia y severidad de la EM (Weinstock-Guttman B, 2005); mientras que el consumo de 3 gramos /día de omega-3 o de aceite de oliva durante dos años causa una mejoría similar (Bates D, J Neurol Neurosurg Psychiatry. 1989). También una dosis alta de aceite rico en omega-6 (14 gramos/día) disminuye significativamente las tasas de recaídas y la progresión de la enfermedad (Harbige LS, Br J Nutr. 2007).

No se ha podido demostrar que las dietas ricas en vitaminas D, B12 o antioxidantes (vitaminas C, E, carotenoides, ácido alfa lipoico), o dietas sin gluten, bajas en azúcares, protejan contra la EM.

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