Los anticoagulantes orales son medicamentos que hacen que la
sangre tarde más tiempo en coagular, con el fin de evitar la trombosis y/o
embolia, en pacientes con trastorno del ritmo cardíaco (aumento, disminución o
ritmo irregular). La vitamina K, necesaria para la formación del coágulo
sanguíneo y evitar la hemorragia cuando tenemos una herida, interfiere con la acción de los
anticoagulantes, por lo cual es importante restringir el consumo de los
alimentos ricos en esta vitamina.
La mayor parte de la vitamina K procede de los alimentos de origen
vegetal, especialmente hortalizas de color amarillo oscuro o verduras de hoja
verde. Se recomienda tomar dos raciones de verduras y hortalizas diarias
(preferentemente, una de ellas cruda). Un reporte de la Sociedad Española de
Endocrinología y Nutrición (Gabriel Olveira y Rosario Vallejo), clasifica las
hortalizas y verduras según su contenido de vitamina K por 100 gramos de
alimento:
1- Alto contenido (más de 40 microgramos): espinacas, brócoli,
repollo, lechuga romana, col rizada, remolacha, espárragos, perejil y
algunas clases de soya
fermentada. Estos alimentos no están prohibidos pero
deben ser controlados en la dieta.
2- Contenido medio (5-40 microgramos): pimiento verde, tomate
maduro, zanahoria, coliflor, judías verdes, guisantes, pepino, apio,
alcachofas, pimiento verde y puerros.
3- Bajo contenido (menos de
5 microgramos): hongos, lentejas, judías blancas, garbanzos, pimiento rojo,
auyama, berenjena, calabacín, rábano, maíz, cebolla y papas.
Los condimentos naturales (ajo, vinagre, mostaza, sal y chile) y
la mayoría de las frutas no son fuentes importantes de vitamina K (menos de 5 microgramos/100
gramos), excepto, las frutas secas y los kiwis que son de alto contenido.
El aceite de oliva aunque contiene vitamina K, es el más
recomendado por sus beneficios para la salud.
Finalmente, para saber si la terapia anticoagulante es eficaz, el
paciente debe realizarse controles periódicos del tiempo de protrombina (TP) y
tiempo parcial de tromboplastina (TTP) .
El TP puede expresarse en forma del
indicador llamado Índice Internacional Normalizado (INR), cuyo valor debe estar entre 2 y 3. Por debajo de este
rango se eleva el riesgo de trombosis y/o embolia, mientras que si se mantiene
por encima, aumentan las posibilidades de sufrir una hemorragia.
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