El hierro es un mineral importante para el
buen funcionamiento del organismo, ya que es el componente de la hemoglobina encargado
de unir el oxígeno para transportarlo hacia los tejidos a través de la sangre
arterial.
El oxígeno es imprescindible para oxidar los
combustibles presentes en los alimentos de nuestra dieta (azúcares y grasas) y
obtener energía para llevar a cabo las diferentes actividades celulares. Así,
la deficiencia de hierro causa anemia, una enfermedad caracterizada por
decaimiento, falta de energía, respiración rápida, taquicardia, palidez de piel
y mucosas. El hierro, además, interviene en la fertilización y desarrollo del
feto, formación de la placenta, desarrollo del cerebro, crecimiento de niños y
adolescentes, cicatrización, inmunidad, memoria, atención, aprendizaje,
mantenimiento de la temperatura corporal, etc, etc.
Hay dos tipos diferentes de hierro en los
alimentos:
1.- Hierro inorgánico (llamado no hemo). Está
presente en alimentos de origen vegetal, en los lácteos y en preparados
farmacéuticos. Este hierro de origen vegetal se absorbe en poca cantidad
(2-5%), porque los vegetales contienen sustancias que dificultan su absorción:
ácido fítico (presente en lentejas, garbanzos y cereales integrales), ácido
oxálico (contenido en espinacas, acelgas, coles, espárragos y chocolate)
y taninos (se hallan en el té, el café
y los vinos). Su absorción es favorecida por enzimas producidas por el estómago
y el páncreas. La acidez del estómago y
la vitamina C (presente en cereza, chinola, naranja, kiwi, ajíes, etc)
convierten este hierro de la forma férrica (Fe+++) a la ferrosa (Fe++), que es
como se absorbe en el duodeno y en el yeyuno proximal.
2.- Hierro hemo. Es de origen animal y está
presente en la hemoglobina (glóbulos rojos) y en la mioglobina (músculos) de
las carnes rojas, pavo, pollo, conejo, hígado, pescado, crustáceos (almejas y
mejillones) y yema de huevo. Aunque la proporción de estos alimentos en la
dieta es inferior, la absorción del hierro hemo es hasta cinco veces mayor
(10-25%) que el no hemo. El calentamiento prolongado de los cárnicos libera el
hierro y disminuye su absorción. Se recomienda consumir los lácteos y los
cárnicos en comidas separadas, o al menos con una hora de diferencia, porque el
calcio interfiere con la absorción del hierro hemo.
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