Tengo 4 meses de embarazo y tengo el colesterol alto. ¿Puedo tomar rosuvastatina para controlarlo?



La respuesta es un NO rotundo. La rosuvastatina pertenece a la familia de las estatinas, fármacos muy utilizados para controlar el colesterol, el cual no es en sí una enfermedad sino un factor de riesgo cardiovascular. Las estatinas inhiben la síntesis del colesterol a nivel del hígado, donde se produce la mayor cantidad del colesterol del cuerpo. La FDA ("Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos") prohíbe el uso de estatinas durante el embarazo, porque produce defectos al nacimiento, y los riesgos sobrepasan cualquier beneficio. 

Aunque existen algunos estudios contradictorios, lo mejor sería no consumir estatinas, cuando una mujer busca embarazarse o está embarazada. Según el Dr. Brian Iriye del Centro de Embarazos de Alto Riesgo de Las Vegas, las estatinas cruzan la placenta y afectan el desarrollo del embrión. Si una mujer tiene un embarazo no planificado, debe detener el uso de estatinas lo más rápido posible; aunque la exposición inadvertida a este fármaco por corto tiempo, es poco probable que afecte el desarrollo del embarazo. 

El colesterol aumenta normalmente durante el embarazo; y esto, no debe ser motivo de alarma, ya que el colesterol se necesita para formar las hormonas del embarazo (estrógenos y progesterona) y para el desarrollo cerebral del bebé. Según la Escuela de Medicina de Harvard, fuera del embarazo, un colesterol total menor de 200 mg/dL es ideal, y por encima de 240 mg/dL se considera alto.

Según el Dr. Kavita Sharma, director de la clínica de lípidos del Centro Médico Wexner de la Universidad de Ohio: "durante el embarazo aumentan todas las fracciones del colesterol". Antes del embarazo, la mayoría de las mujeres tienen un nivel total alrededor de 170 mg/dL; 175-200 mg/dL a principios del embarazo, y hasta 250 mg/dL al final de éste. Estos valores regresan a la normalidad, unas seis semanas después del parto.

En lugar de tomar estatinas, le recomendamos:

1.- Consumir menos grasas saturadas (lácteos enteros, carnes grasosas).
2.- Evitar frituras y embutidos.
3.- Consumir aceite de oliva, aguacate, aves sin piel, pescados y nueces.
4.- Aumentar el consumo de fibras (frutas, vegetales, leguminosas y granos integrales).
5.- Caminar regularmente.

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