Según la OMS, un 80 % de los adolescentes obesos seguirán siéndolo en la edad adulta, menos de un 5 % de los adultos que pierden peso mantienen su peso ideal durante cinco años después del tratamiento, y un 6 % recupera el peso perdido en los primeros 6-12 meses.
El cerebro de una persona obesa tiene
calculadas y programadas sus acciones en función de su gasto energético, y obviamente sus órganos responderán en función de dicho cálculo. Al pasar del sedentarismo total mantenido durante años y años, a la actividad física acompañada de dieta, se producirán cambios neurofisiológicos y fisiológicos importantes.
La actividad física proporciona
una inmensa cantidad de estímulos al cerebro
que, a su vez, será capaz de
reprogramar las funciones cognitivas. Al iniciar el ejercicio físico, el cerebro reprograma todas las
respuestas celulares y las funciones de todo nuestro cuerpo; pero para que
nuestro metabolismo pueda asimilar dichos cambios y hacer que éstos formen parte de nuestro estilo de
vida, es fundamental tener en cuenta el factor tiempo.
Según un estudio
realizado en el año 2014 por el Dr. Sergio Simphronio en cuatro países de Europa:
Inglaterra, Noruega, Alemania y España, en una población de 200 mujeres obesas con edades entre 20 y 65 años tratadas con dieta libre y ejercicios,
el 68% había abandonado el
programa, porque les costaba mucho adaptarse a los cambios neurofisiológicos y fisiológicos; además de que el 80% de
las mujeres entrevistadas tenía algún problema emocional, principalmente
ansiedad y/o depresión.
Otros factores importantes:
1.- Cuando el tratamiento está centrado en una "dieta individual especial", con muchas
prohibiciones, y no en un plan alimentario saludable para toda la familia. Esto
genera ansiedad, y facilita el abandono.
2.- El uso de dietas aberrantes, muy estricta, mal diseñadas y sin fundamento científico.
3.- La negación a realizar algún tipo de ejercicio durante el programa
de control de peso.
4.- La falta de apoyo emocional, y fundamentar el plan alimentario
en una meta transitoria: estética, compromiso
social, boda, etc; en lugar de pensar en la salud y calidad de vida.
5.- Sentir que la dieta es un sacrificio, castigo o tortura.
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