Según la sabiduría popular debemos "desayunar como un
rey, comer como un príncipe y cenar como
un mendigo". La palabra
"desayuno" significa "poner fin al ayuno" nocturno de 10-12
horas, cuando se agotan las reservas de glucosa en el hígado.
Por lo tanto, el cerebro y otros tejidos quedarán privados de su principal combustible
energético. Así, el niño tendrá trastorno de la
atención, la memoria y el
aprendizaje; tornándose irritable,
somnoliento, pudiendo presentar también: temblores, nerviosismo, sudoración, mareos y hasta pérdida del conocimiento, si el ayuno se prolonga.
Cuando un niño no desayuna bien,
no tiene la energía y la vitalidad
necesarias para afrontar el esfuerzo físico e intelectual que le exigen las actividades escolares. Además, un desayuno inadecuado hace que el niño sienta hambre a media mañana, y que busque un aporte energético que, por lo general, encuentra en
productos con un alto contenido en azúcar y ácidos grasos, como empanadas,
papitas, frituras, gaseosas y productos similares, directamente relacionados
con la epidemia creciente de sobrepeso y obesidad infantil que afecta a uno de
cada tres niños en nuestro país.
En muchas ocasiones, por la falta de tiempo, algunas familias
prescinden de dar de desayunar a sus hijos en casa antes de ir a la escuela; o
lo hacen rápido y mal, ya que
apenas les dan un vaso de leche, jugo muy azucarado o galletitas. Es
imprescindible desayunar bien en casa y tomarse su tiempo. Si no queda más remedio, otra alternativa sería el desayuno escolar, cuyo menú podría ser controlado por nutricionistas capacitadas.
En cualquier caso, el desayuno ideal debe ser adecuado, variado y
nutricionalmente equilibrado, incluyendo alimentos de los tres grupos básicos: 1- Energéticos (cereales o tubérculos), 2- Alimentos reguladores (frutas o vegetales) y 3-
Alimentos proteicos (lácteos, huevos o cárnicos); asegurando una buena hidratación.
Este desayuno, con toda seguridad, contribuirá a que los niños tengan más energía y más fuerza para desarrollar las actividades escolares. Y todo es una
cuestión de hábito: si, desde pequeños, los niños se acostumbran a desayunar bien, se sentirán mejor, rendirán más en la escuela; y
como expresión de su amor, los
padres estarán previniendo la
plaga del siglo XXI: la obesidad infantil.
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