El yodo radioactivo o radioyodo (I-131) es un isótopo del yodo que emite radiación y tiene una vida media de 8 días. En el mundo de la medicina, específicamente dentro del campo de la Medicina Nuclear, se ha utilizado de manera segura durante décadas en el tratamiento de ciertas patologías del tiroides: el hipertiroidismo y el cáncer diferenciado de tiroides.
La tiroides es una glándula en forma de mariposa ubicada en la región anterior del cuello, y se encarga de producir dos importantes hormonas utilizando el yodo que ingerimos en ciertos alimentos. Estas hormonas son la Triyodotironina (T3) y Tiroxina (T4), y se encargan de regular el metabolismo del cuerpo.
Cuando la glándula tiroides está muy activa, produce un exceso de estas hormonas lo cual acelera el metabolismo corporal. Esta patología se llama hipertiroidismo, y se manifiesta con pérdida de peso y aumento del apetito, taquicardia o palpitaciones, sudoraciones e intolerancia al calor, nerviosismo y temblores, irritabilidad, insomnio, aumento en el número de evacuaciones, exoftalmo (propulsión de los globos oculares), pérdida del pelo y cambios menstruales.
Dentro del cáncer diferenciado de tiroides encontramos el carcinoma papilar y el carcinoma folicular del tiroides. Representan el cáncer más común del sistema endócrino, y generalmente tienen buen pronóstico. Gracias a la cirugía, seguida de la radioyodo terapia, son curables en casi todos los casos si son detectados en etapas tempranas.
La dosis de yodo radioactivo se administra vía oral al paciente, el cual es absorbida en el tracto gastro-intestinal y pasa al torrente sanguíneo, y desde allí es entonces atrapado por la glándula tiroides y comienza a destruir las células de la glándula. En el caso de hipertiroidismo damos dosis de radioyodo pequeñas, ya que sólo queremos destruir parte de la glándula para así regular la producción hormonal de la misma. En el caso del cáncer diferenciado de tiroides, las dosis a administrar son mayores, ya que deseamos destruir todas la células malignas presentes en el lecho tiroideo o en cualquier parte del organismo (metástasis a ganglios linfáticos, hueso, pulmón, hígado o cerebro).
El efecto del tratamiento con yodo radioactivo se manifiesta en 1 a 6 meses, con la manifestación máxima de 3 a 6 meses posterior al tratamiento. Generalmente una sola dosis resulta exitosa, aunque en algunas ocasiones puede necesitarse un segundo tratamiento.
El uso del yodo radioactivo es muy seguro, no produce alergias, y los efectos secundarios son mínimos. A corto plazo, posterior a la administración del radioyodo, los pacientes pueden experimentar un leve dolor en el área del tiroides, lo cual puede tratarse sin ninguna complicación con analgésicos comunes como el acetaminofén. También pueden referir disminución en la producción de saliva durante los primeros días, debido a irradiación de las glándulas salivares, lo que puede mejorarse con la ingesta de fluidos y caramelos ácidos. Algunos pacientes pueden también presentar náuseas y vómitos, por lo que suele administrarse un anti-hemético 1 hora antes del tratamiento.
A largo plazo los pacientes tratados para hipertiroidismo pudieran presentar hipotiroidismo (baja producción de hormonas tiroideas en la glándula tiroides), lo que se controla administrando hormonas sustitutivas del tiroides en forma de pastillas diarias. Otros efectos secundarios incluyen depresión de la médula ósea, leucemia y fibrosis pulmonar, pero estos son muy poco comunes, ya que sólo se presentan con dosis extremadamente altas de radioyodo, las cuales superan por mucho las que se utilizan de rutina en los pacientes. El radioyodo que no fue absorbido por las células tiroideas, abandona el cuerpo durante los primeros días posteriores al producción hormonal de la misma. En el caso del cáncer diferenciado de tiroides, las dosis a administrar son mayores, ya que deseamos destruir todas la células malignas presentes en el lecho tiroideo o en cualquier parte del organismo (metástasis a ganglios linfáticos, hueso, pulmón, hígado o cerebro).
El efecto del tratamiento con yodo radioactivo se manifiesta en 1 a 6 meses, con la manifestación máxima de 3 a 6 meses posterior al tratamiento. Generalmente una sola dosis resulta exitosa, aunque en algunas ocasiones puede necesitarse un segundo tratamiento.
El uso del yodo radioactivo es muy seguro, no produce alergias, y los efectos secundarios son mínimos. A corto plazo, posterior a la administración del radioyodo, los pacientes pueden experimentar un leve dolor en el área del tiroides, lo cual puede tratarse sin ninguna complicación con analgésicos comunes como el acetaminofén. También pueden referir disminución en la producción de saliva durante los primeros días, debido a irradiación de las glándulas salivares, lo que puede mejorarse con la ingesta de fluidos y caramelos ácidos. Algunos pacientes pueden también presentar náuseas y vómitos, por lo que suele administrarse un anti-hemético 1 hora antes del tratamiento.
A largo plazo los pacientes tratados para hipertiroidismo pudieran presentar hipotiroidismo (baja producción de hormonas tiroideas en la glándula tiroides), lo que se controla administrando hormonas sustitutivas del tiroides en forma de pastillas diarias. Otros efectos secundarios incluyen depresión de la médula ósea, leucemia y fibrosis pulmonar, pero estos son muy poco comunes, ya que sólo se presentan con dosis extremadamente altas de radioyodo, las cuales superan por mucho las que se utilizan de rutina en los pacientes. El radioyodo que no fue absorbido por las células tiroideas, abandona el cuerpo durante los primeros días posteriores al tratamiento a través de las secreciones corporales, principalmente por la orina y saliva. Por esta razón, el médico nuclear le recomendará las medidas de precaución que necesitará llevar los siguientes 8 días posterior al tratamiento, para disminuir al mínimo la irradiación y contaminación a las demás personas. Es importante evitar el contacto cercano y prolongado durante estos días con las demás personas, especialmente con embarazadas y niños pequeños.
Con dosis mayores, el paciente permanece por lo general una noche posterior al tratamiento ingresado en el hospital, en una habitación especialmente diseñada para que las radiaciones emitidas no salgan al exterior. Con dosis menores, el paciente puede regresar a su hogar inmediatamente después del tratamiento.
La yodoterapia no se utiliza en pacientes embarazadas ya que podría ocasionar daños al feto. En caso de madres lactantes, será necesario suspender la lactancia por completo posterior al tratamiento, ya que el radioyodo se secreta por la leche materna y podría dañar la glándula tiroides del bebé. De igual manera, se recomienda posponer el embarazo de 6 a 12 meses posterior a una radioyodo terapia.
Dra. Nicole Tactuk
Médico Nuclear
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